Las imágenes de mascarillas en el mar vienen siendo habituales en las redes sociales y todo apunta a que, en plena lucha para detener la pandemia, seguirán siendo desgraciadamente un problema creciente. También es habitual verlas por el suelo de las ciudades, lo que es un símbolo de la falta de civismo de alguno de sus habitantes.
Aparte del problema que conlleva el que estén contaminadas de virus, lo que nos empuja a escribir esta entrada, en esta ocasión, es la concienciación sobre el uso correcto y ecológico que hacemos de las mascarillas no reutilizables una vez que le hemos dado uso.
A nivel hospitalario, los deshechos subceptibles de estar contaminados, se colectan en depósitos rojos que se cierran para la seguridad. No nos engañemos, dado el extensivo uso qeu hoy día se está dando de las mascarillas entre la población, la instauración de estos contenedores herméticos supone una utopía, por lo que urge dar directrices sobre qué hacer con las mascarillas desechables una vez utilizadas.
Por eso hay expertos que están aconsejando en algunos medios de comunicación alrededor del planeta que la manera más adecuada y respetuosa para con los demás de tirar las mascarillas a la basura es meterlas antes en una bolsita y cerrarla con un nudo antes de arrojarlas a la basura. Con esto evitaremos que la mascarilla acabe en el suelo y pueda contaminar a otros, con la ayuda del aire o mediante su contacto con mascotas o niños.
Por eso nos encontramos ante una realidad incómoda pero a la que ha de darse una solución. Para empezar no estaría de más concienciar al ciudadano mediante campañas de propaganda, de las consecuencias medioambientales y de salud pública que acarrean el no deshacerse de las mascarillas adecuadamente.