Dada la rapidez de la propagación de sus devastadoras consecuencias en la salud mundial, desde el minuto uno del que se tuvo noticia, los principales laboratorios de la industria farmaceútica a nivel global se han lanzado a la carrera para desarrollar una vacuna efectiva que pudiera detener los efectos del virus en los seres humanos.
La OMS, siempre cauta, ha previsto que no será hasta 2021 cuando se cubra prácticamente al 70% población mundial bajo riesgo de ser infectado. Con tal fin se ha creado un organismo específico denominado COAX.
De entre las soluciones comerciales, la que más eco está obteniendo, en parte también debido a la evidencia de sus resultados, es la desarrollada por la Universidad de Oxford y farmaceútica inglesa AstraZeneca. Los buenos resultados obtenidos hasta el momento en los humanos en los que se ha probado, parecen posicionarla como la más fiable de las soluciones para frenar el agresivo avance del COVID-19. El mecanismo de actuación de dicha vacuna se basa en la combinación de dos anticuerpos, que se ha denominado AZD7442. Sus resultados han sido tan esclarecedores que ya son muchos los gobiernos alrededor del planeta que se han apresurado a reservar la compra de dicha vacuna para proteger a sus conciudadanos.
Dada la expectación creada, cabe reseñar que han saltado a las noticias bravuconadas lanzadas por algunos gobernantes mundiales, que se han autoproclamados desarrolladores de vacunas milagrosas, en una especie de carrera ridícula que probablemente no llegue a ningún lugar, por desgracia.
Por eso nos queda la esperanza de que los distintos equipos médicos coordinados adecuadamente por la OMS, puedan compartir sus avances y dar con una solución pronta y definitiva ante esta pandemia que ha alterado la vida de tantos millones de personas.